27 May 2021 por #Entrevista
La destacada folclorista puentealtina Mirtha Iturra Bernales cuenta con una extensa trayectoria artística. Con más de 54 años de carrera, ha llegado a grabar 25 discos, además de recopilar más de 800 cuecas y tonadas de autores chilenos y de su propia autoría.
Amante de la cueca y enamorada de la música desde pequeña, antes de llegar a Puente Alto vivió su infancia en la séptima región. Como ella nos relató: “tuve la fortuna de nacer en la Región del Maule, en Constitución, en la perla del Maule”. En este lugar creció siendo parte de una hermosa familia compuesta por siete hermanos y sus padres, y donde despertó desde temprana edad su mayor pasión:
“En mi colegio me enseñaban música, siempre hubo un profesor o una profesora, pero la música era enseñarnos canciones folclóricas, entonces todo mi aprendizaje y mi amor por el folklore, por la música chilena, comenzó desde mi casa primero y en el colegio después”.
Junto a su familia habitaban una casa patronal donde su padre cultivaba todo tipo de alimentos, por lo que la artista siempre se mantuvo ligada a la tierra, valorando el arduo trabajo y las tradiciones campesinas: “es bonito saber el origen, porque todo eso tiene un trabajo hecho por gente del campo. Mi padre era agricultor, mis tíos, mis abuelos, entonces el amor al campo lo llevo en la sangre”.
Por su legado campesino, su llegada a un Puente Alto rural vino acompañada de grandes satisfacciones que la transportaban a su lugar de origen, lo que se refleja no solo en sus cuecas y tonadas, sino también en el hermoso jardín que adorna su actual hogar, donde reside hace 27 años: “primero llegué a vivir un poco más arriba, en Maestro Palomo, no podía haber escogido mejor en otra parte. Todo esto eran chacras, pienso que de aquí salían los productos para Santiago, entonces la tierra es muy buena. Todas estas plantas, yo no les hago nada, yo planto y sale, así que la tierra está preparada, soy feliz de estar acá”.
¿Alguna vivencia o lugar en nuestra comuna ha tenido mayor significancia para usted?
“Me provoca mucha nostalgia y algo muy especial la iglesia de Luis Matte, Nuestra Señora de la Montserrat. Es algo tan lindo, yo entro a esa iglesia, veo la plaza, veo el entorno, veo esa casona que hay en la esquina y me voy al 1800 o 1900. Me imagino a las personas que se desplazaban por estos lados, hermosa época que a mí me hubiese gustado vivir. Por eso la revivo tanto, me imagino que tiene que haber sido maravilloso en aquel tiempo, y todavía lo es, porque aún quedan vestigios de nuestros antepasados”.
¿Desde cuándo empieza a interesarse en el canto?
“Bueno, nací cantora, desde muy niña abracé la música chilena, porque en mi casa no se escuchaba otra música que no fueran tonadas y cuecas”.
Su carrera artística partió como cantora de rodeos ¿hubo alguna inspiración o referente?
“Mi abuela era cantora campesina, y después tuve una maestra muy buena, doña Otilia González, la gran “Tilita”, de la localidad de Putú, era una cantora típica de rodeos. Ella iba a Constitución a ensayar, yo tenía nueve años. Sabía los días que iba, me quedaba en la ventana calladita, escuchando como cantaba canciones tan lindas. El arpa era una cosa que me llevaba al cielo con el sonar de las guitarras, hasta que un día me pilló. “Tilita” salió y me dijo: “qué hace niñita”, le respondí: “estoy escuchándola cantar”, me preguntó: “¿le gusta la música?” y le dije “me fascina”.
“¿Te sabes algunas canciones? me preguntó luego de hacerme pasar, y bueno, le dije que todas las que canta, porque cada vez que ella iba yo la escuchaba, y después en mi casa agarraba mi guitarra y ensayaba las mismas canciones. “No le puedo creer, a ver cante” me dijo, en ese momento yo me sentía en mi salsa, imagínate que una maestra me dijera que cantara, no podía creerlo”.
¿Qué sensaciones le provoca el canto?
“Yo no canto por cantar, ni por tener buena voz, yo canto porque lo siento en el corazón. Para mí es algo tan bello, la música es tan hermosa, es vida, siempre voy pensando en lo que va diciendo la letra, en lo que los autores y compositores escribieron en aquel momento, para quién lo escribieron, qué cosa quieren reflejar y yo lo interpreto de la mejor manera, porque si ellos se inspiraron en hacer una letra tan hermosa, el intérprete debe hacerlo de la misma manera o mejor. Por esa razón yo tengo tengo un eslogan, no seré la mejor cantora, pero la que más empeño le hace en cantar las cosas e interpretarlas de la mejor manera”.
Además del canto, se percibe también una gran pasión por los acordes y su guitarra.
“Mi pasión por la guitarra fue por mi abuela. Desde pequeña, la guitarra es mi compañera, sabe de mis alegrías, de mis penas, me acompaña y creo que va a ser así hasta el fin de mis días, porque para mí son instrumentos vivos, con alma, que saben lo que uno quiere expresar”.
“Esta guitarra perteneció a mi abuela (nos muestra su instrumento más preciado) y yo en mi poder la tengo hace muchos años. Un día la vi arrumbada total y quebrada más encima, me dió una pena, porque siempre vi como mi abuela la pulsaba, entonces la traje y la llevé a un luthier, le cambiaron las cuerdas, pero la dejamos del mismo color, como es originalmente, para tenerla como reliquia. Y digo: qué cosas habrá vivido, dónde habrá estado”.
¿Cómo se llega a tener un repertorio tan extenso?
“Con harto trabajo y agradeciéndole a cada cultor o persona que ha confiado en mí y me ha entregado canciones para que yo las interprete, y descubriendo folklore por todo Chile en mis viajes. Además agradezco a las máquinas que tenemos ahora, con las que podemos grabar y dejar un testimonio de la canción según como me la enseñen, así aprendí y tengo repertorio para cantar una semana completa sin repetir ni equivocarme”.
¿Ha colaborado con otras agrupaciones?
“He tenido la fortuna de pertenecer a conjuntos de mucha trayectoria con un legado inmenso acá en Chile. Antes estuve con un conjunto que se llama Espiga, que lo dirigía la señora Raquel Barros, ella me enseñó todo lo que era música campesina, ya traía esa historia de mi pueblo así que fue muy fácil. Pahueldún es otro conjunto de acá de Santiago que se dedica a recopilar toda la historia de la Isla Grande de Chiloé. Y después estuve con Tierra Chilena 18 años seguidos recorriendo todo Chile y parte del extranjero, llevando nuestra música y nuestras danzas a otros lugares, esa es mi escuela madre, ellos me enseñaron la geografía musical de Chile completa”.
Debido a su talento, trayectoria y aporte cultural ha recibido importantes reconocimientos ¿Qué siente cuando su trabajo es reconocido de esa forma?
“Primero digo quién soy yo para que la gente me reconozca, me den reconocimientos en todo Chile, mis pares incluso, será por el amor que le pongo a las cosas, o tal vez porque la gente se da cuenta que lo que una hace lo hace con amor, con entrega, con pasión. En el momento no me sucede nada, porque me concentro y trato de hacer las cosas lo mejor posible, pero después me dan unas emociones tremendas. Primero que nada alabo a Dios por el talento que me dió y le agradezco a la vida por tantas cosas hermosas que me ha brindado”.
“Uno de los grandes premios fue el Laurel de Oro (1992) por ser la mejor intérprete femenina en folklore. Tengo otro de periodistas de espectáculo, porque ellos encontraban que como intérprete de la música chilena tenía que tener un reconocimiento de la SCD, me premiaron con una medalla hermosa cuando cumplí 50 años, fue muy bonito también ese reconocimiento de la Sociedad Chilena de Autores e Intérpretes, ellos se preocupen de sus artistas y de reconocerles en vida. Puedo decir que soy profeta en mi tierra y en otras partes también, y ahora acá en mi comuna”.
Además, el 2009 Mirtha Iturra fue destacada en “Mujeres Sabias” del Consejo Nacional de las Culturas y las Artes, mientras que la Asociación Nacional de Folclore de Chile publicó en 2012 una entrevista por su larga y vasta trayectoria. Por otro lado, el 2019 fue galardonada por la Secretaría Regional Ministerial de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de la Región Metropolitana, por su destacado aporte al desarrollo y difusión del folclore y la cueca, y en 1985 y 1986 participó en el Festival del Huaso de Olmué. Sin embargo, el reconocimiento que recuerda con mayor significancia fue haber cantado para Juan Pablo II, durante su visita a Chile en abril de 1987.
Su indudable talento ha llevado a la folclorista a representar a Chile no solo en festivales a lo largo de todo el país, sino también en el extranjero, en países como México, Argentina, Colombia, Estados Unidos y Canadá. Presentaciones que atesora profundamente, pues como nos cuenta: “la sensación más hermosa es ver a chilenos con su banderita, les corren las lágrimas al escuchar una canción chilena en otro país, eso tampoco tiene precio, es algo muy lindo”.
El 2014, tras 16 años cantando en el Campeonato Nacional de Rodeo en Rancagua, Mirtha decide dar un paso al costado, dando la oportunidad a nuevas generaciones de subir a un escenario tan importante para la cultura folclórica. Cuando le preguntamos sobre sus proyecciones en los siguientes años, nos expone sus ansias por enseñar y continuar con el legado de un arte que tanto ama y al que ha dedicado gran parte de su vida:
“Pretendo cantar hasta que Dios me de voz, si no, enseñar con mis grabaciones, pero siempre estar ligada a la música. Soy inmensamente feliz gracias a la música, no me veo sin una guitarra en la mano. Quiero que la gente me recuerde como he sido siempre, una mujer humilde, entregada a lo que Dios me dió, al arte y feliz, porque a mí la música me ha dado todo”